quarta-feira, 27 de novembro de 2019

LABERINTO PERSONALIZADO. 21 a 28 años:





LABERINTO PERSONALIZADO. 21 a 28 años:



     -“Entre los 21 y 28 años es la primera juventud –recordó el guardián del Laberinto del Fin del Mundo-. El poder personal aprendido y ensayado en el período adolescente alza vuelo ahora y el joven se lanza, lleno de alegría y confianza, a la aventura de comerse el mundo.

     Pregúntate como es tu “poder de voluntad”, para ello examina bien antes que significa “tu voluntad” y cuál ha sido y continúa siendo tu voluntad mayor en esta vida.

      Recuerda todas las veces en que tus voluntades secundarias, las de las conveniencias de tu ego, o incluso tus voluntades más mezquinas o tu pereza, indecisión, falta de confianza o miedo, te apartaron de la concentración en la realización de tu voluntad mayor, llamémosla Voluntad con mayúscula.

      Coloca una palada de abono o una piedra bien grande por cada vez que sentiste bien claro el llamado de tu Voluntad Evolutiva y tu voluntad egoica prefirió no cambiar su rumbo y seguirlo… o seguirlo sólo de forma insuficiente y mediocre, no importando cualquier justificación que alegues.

      Coloca una piedra por cada vez que has dejado que la voluntad de otros te apartase del cumplimiento de tu Voluntad. Pregúntate por qué debilidades de tu Voluntad fuiste tan fácilmente fascinado, engañado, desviado o manipulado.

     Coloca una piedra por cada vez que recuerdes que tu voluntad prepotente fascinó a propósito, engaño o manipuló la Voluntad Evolutiva de otro, para aprovecharte de su energía.

    Planta una planta de flores espléndida por cada vez que seguiste y realizaste dignamente el llamado de tu Voluntad Evolutiva, fuera cual fuese el resultado. Alza al lado un monumento escultórico si esa realización dio, además, en una bella obra digna de tu alma y de la de quienes pudieron disfrutarla.



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      Piensa bien, mientras recorres y cultivas tu laberinto personal, en qué es lo que no te gusta de ti mismo, empezando por lo peor.
      Examina luego aquello que menos te gusta de los demás: de tu familia, de tu tribu y de tu nación. Piensa después en el carácter de tu sentido crítico, examina si has sido y eres intolerante, exigente, culpabilizador, duro o cruel en tus críticas o juicios, y hasta qué punto has sido capaz de cambiar esas actitudes negativas en relación a los demás y a ti mismo.

      Piensa después hasta qué punto necesitas de la aprobación de los demás y en todas las traiciones a ti mismo y a tu código personal, aquellas que has perpetrado por complacer a otros y por fingir ser lo que no eres.

     Piensa en todo lo que has hecho por intentar tener la razón y como has escuchado a otros que intentaban tenerla. Piensa si te resulta fácil o difícil corregir tu postura cuando te hacen percibir o percibes que estabas equivocado y en las resistencias que has tenido o tienes para dar la razón a otros, compensar, pedir perdón, perdonar y reconciliarte.

     Examina cuanto tiempo duran tus rencores y resentimientos hasta que decides calmarte y armonizar. Piensa en los resentimientos que guardas en tu interior años y años, prontos a saltar para afuera en cuanto te brindan la oportunidad.

      Mira hasta que punto has sido una persona en cuya palabra, responsabilidad y constancia se pueda confiar.

       Piensa en las veces en que has fingido estar amando a otra persona sin amarla, por no estar solo, o pensando en otra u otras.

     Piensa hasta que punto eres capaz de cuidar de ti mismo y en todas las indignidades que has hecho para conseguir apoyo de los demás, o en aquellas otras que obligaste a otros a hacer, para que pudiesen conseguir el tuyo.

    Piensa en todo eso y sigue convirtiendo en abono y piedras lo que te pesa y en flores y esculturas todas aquellas ocasiones en que hiciste un uso de tu poder personal digno de tu alma”.-










27- MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL: ARRON



Al día siguiente el monarca feacio le mandó llamar de nuevo y lo presentó y recomendó personalmente al comandante tirseno, que estaba esperándole.

Se llamaba Arron y era un hombre robusto, muy alto y serio, de unos cincuenta años, con una majestad natural tan grande que Orfeo pensó que cualquier escultor se hubiese quedado muy contento de tenerle como modelo para una estatua del Rey del Mar, Poseidón, con aquella mirada líquida y nebulosa sobre la aristocrática barba, en un cuerpo esbelto y musculoso de atleta.

-Yo provengo de una estirpe de marinos errantes, los tirsenos, y mi familia paterna y materna está formada por las dos mejores ramas de los griegos: los jonios y los eolios, que tuvieron que emigrar a Asia Menor por causa de los aqueos, a quienes no les gusta que les confundan con los griegos –le dijo el comandante Arron cuando el rey Alcínoo les dejó solos, aunque bien atendidos por un copero, en uno de los salones de su palacio-. Mis compatriotas son los hombres libres que honran esos linajes y mi misión es ayudarles a tratar de seguir siendo libres.

-He conocido a bastantes aqueos de Ptía y a algunos eolios establecidos en la costa tracia pero a muy pocos jonios, comandante -dijo Orfeo-, salvo mis compañeros argonautas Butes, el apicultor, sacerdote de Atenea, el arquero Falero, de la casa real de Atenas y el propio Argo, constructor de la nave. Me gustaría conocer algo de vuestra historia.

(No era verdad, había pasado algunos días en Atenas y conocido bien a muchos jonios durante su iniciación en la Escuela de Misterios de Eleusis, donde le habían enseñado los orígenes de la más reciente Subraza Aria, la Quinta Subraza Solar a la que pertenecían los Griegos, que provenían, como los altos y rubios bárbaros del centro y norte de Europa y los iranios, de la interminable Escitia y del Norte y Este del Cáucaso, que se fueron extendiendo por las orillas del Mar Caspio, el mar Negro del Norte, el Mar de Azov y los Balcanes, mezclándose, al asomarse a los litorales de la Pelasgia, con Arios Lunares procedentes del Sur del Cáucaso, hogar original de la Cuarta Subraza, ya mezclados con los pelasgos de la Raza Raiz Anterior. Esa era, también, la mezcla a la cual pertenecía la sangre Tracia y la familia de Orfeo,

Ya desde muy joven su padre, y luego, el centauro Quirón le habían contado como tanto la Cuarta Subraza Aria como la Quinta, mucho antes de llegar al Cáucaso, procedían de una noble estirpe común que se había incubado en una isla mítica y sagrada de un gran mar que dicen que en tiempos antiguos existía en el centro del Asia Profunda y que también se secó cuando se secó el Mar del Sahara. Sin embargo, estaba terminantemente prohibido hablar de aquellos asuntos con no-iniciados, porque pertenecían más al campo de la Historia de la Evolución de la Consciencia Espiritual de la Humanidad que al de la mentirosa Historia Política de las Naciones y Tribus… Pero deseaba estudiar al hombre que tal vez podía llevarle en su nave hasta cerca de su destino y no hay mejor manera de conocer rápidamente a un hombre y de saber cómo piensa y cómo siente, que hacerle hablar de su patria y de su linaje, como si uno fuese un ignorante sobre el tema).

-Si lo deseas, sería para mí un placer contarte la historia de mis antepasados en un día de descanso como hoy, en el que ya he terminado de preparar mi partida -respondió el marino amablemente-. Pero es algo larga, porque, aunque los tirsenos somos un linaje joven, venimos de la mezcla de los jonios y eolios emigrados, como te dije, que son pueblos muy antiguos

-Te lo ruego si realmente no tienes afán, comandante, soy un bardo, recojo encantado historias y leyendas donde las encuentro -insistió Orfeo. Lo que hizo que Arron se sintiera a gusto e hiciese un gesto al sirviente, para que les volviese a llenar las copas.

-La saga de los verdaderos griegos que yo conozco comienza por un mito egipcio, pues me lo contó un escriba del templo de Neith en Sais, para explicarme como los pueblos, igual que las personas, nacen, crecen, mueren y renacen, sin guardar recuerdo de sus evoluciones anteriores, ya que este mundo está de continuo transformándose radicalmente, a base de grandes cataclismos.

Decía aquel escriba que hace muchos, muchos milenios, la primera potencia mundial, la más esplendorosa civilización que hubo en el remoto pasado, era un pueblo llamado los Titanes, nietos de Poseidón. Viniendo desde su gran isla del Océano, aquellos titanes parecían dioses, aunque realmente eran hombres de piel rojiza muy altos, guerreros agresivos, fuertes, crueles y terribles hechiceros. Dominaron todo lo que es hoy el Mediterráneo Occidental, incluido el litoral de Egipto, e intentaron conquistar también la patria de mis antepasados, los descendientes de Prometeo, y su monte sagrado, el Olimpo, que entonces era mucho más alto y ni se sabe donde estaba, ya que el mundo no tenía la misma forma que ahora.

Estos tenaces guerreros, libres y disciplinados al tiempo, que tenían como dioses a Dio-Zeus y a Apolo, además de Atenea, consiguieron plantar una dura resistencia a aquellos ejércitos gigantes que obedecían al emperador Atlas o a sus diez hijos, que eran diez poderosos reyes.

Finalmente, tras una dura campaña de años, liberaron a los egipcios, quienes escribieron estelas de agradecimiento en sus templos, y fueron rechazando a los titanes hacia el extremo Occidente. Llegaron, incluso, a invadir su territorio isleño, hundiendo a un enorme número de enemigos en el oscuro Tártaro.-

Orfeo escuchaba aquella nueva versión de lo mismo que Alcínoo contara, mostrando interés y sorpresa, al tiempo que meditaba sobre como los diferentes mitos de los pueblos tienen algún transfondo común.

-El egipcio me dijo -siguió contando Arron- que, justo entonces, se produjo un terremoto y un diluvio, y todas las tierras y naciones de aquel tiempo se anegaron, desapareció la cultura y se regresó al primitivismo. Y que eso ya había sucedido otras veces antes. La más vieja mitología helénica ha transformado, también, el recuerdo de aquella guerra antigua en una batalla de Titanes contra Olímpicos por el dominio del mundo y del cielo, que se libró tanto en la dimensión de los mortales como en la de los inmortales.

...Otros bardos griegos también narran que los titanes fueron tan exterminados en aquellas batallas, que Poseidón, ofendido y dolido por la derrota y muerte de sus hijos, barrió la tierra con una gigantesca ola que destruyó a la primera ciudad capital de nuestros ancestros, consagrada a Atenea.

 Otros dicen que dio rienda suelta al devastador gigante Tifón, último hijo de la sangre de Urano desde el Tártaro, motor de todas las tormentas. Fuese como fuese, parece que hubo en el pasado una gran inundación, que cubrió una enorme cantidad de tierras, y de la que sólo se salvaron algunos marinos y montañeses.

El mito cuenta que entre los supervivientes estaba Decaulión, hijo de Prometeo que preveía el futuro y le avisó, y su compañera Pirra la Roja, hija de aquella famosa Pandora, que, por causa de su curiosidad, había abierto la caja que contenía todas las limitaciones de la Nueva Raza.

Ambos desembarcaron de su nave en el monte Parnaso, fueron padres de Heleno, quien se unió a Orséis. Su hijo se llamó Éolo, padre de Juto y de Doro, a quienes crió en las montañas. Doro fue padre de los dorios, cazadores y pastores nómadas que se mantuvieron, hasta hoy, rudos y patriarcales, en los montañosos Balcanes de Iliria.

Juto fue padre de Ion (aunque los vanidosos atenienses presumen de que realmente lo engendró Apolo), del segundo Éolo y de Aqueo, los tres ascendientes de los jonios, de los eolios y de los aqueos. Dice otra leyenda de marinos que el primer lugar donde se establecieron los hijos de Juto, cuando creció su estirpe, fue en el Sur de Italia, en el archipiélago de las Lípari y en el espléndido golfo de Tarento.-

Orfeo escuchaba atentamente a Arron. Ataba los cabos de los nuevos datos que dejaba sueltos su relato con los antiguos de su memoria, sin contradecirle, porque silencio es poder…aunque tenía certeza de que aquella historia antigua y mítica pertenecía más a los antiguos Pelasgos que a los Griegos, una subraza recién aparecida, que se apropiaba, como todos los pueblos jóvenes hacen, de la mitología de sus ancestrales remotos de la subraza anterior, o de la de las naciones de mayor linaje y cultura a las que vencen, pero que luego los asimilan .

Recordaba como le habían contado, en la Escuela de Misterios de Eleusis, que el primer Éolo vivió primero en Tesalia, al norte de la futura Hélade, pero después viajó hacia Occidente con un grupo de amigos, acabando por establecerse, efectivamente, en la escarpada Lípari, en el archipiélago de las itálicas Eolias, al norte de Sicilia, donde Hera lo hizo guardián de los vientos del Mar Tirreno... y tuvo allí hijos y nietos, a quienes enseñó a servirse de los vientos para navegar a base de velas.

Sus descendientes se expandieron y fueron padres de naciones en las islas del Mediterráneo Occidental y en la península italiana. Eso explicaría de forma mítica el origen de la emigración marítima (que el rey Alcínoo le había relatado en Feacia), de los aqueos o “Pueblos del Mar,” biznietos de Éolo, desde las Islas Baleares hasta Italia, Iliria y el norte de Grecia, para después invadir la Pelasgia.

-Tras el cataclismo, Creta -siguió, tras beber, el comandante-, que había heredado parte del conocimiento marítimo de los titanes oceánicos vencidos, creció y creció en influencia civilizadora y en poderío naval, hasta imperar de forma indiscutible sobre todo el Mediterráneo. Mis antepasados jonios les pagaban impuestos, a veces muy pesados, para poder formar parte de su flota. Sin duda se dedicarían a singladuras mercantes con Occidente, dada su posición geográfica.

A los pelasgos y fenicios les gusta pintar a todos los griegos primitivos como rudos pueblos de pastores venidos del norte. Pero podrás imaginarte que viviendo en tan magníficos puertos naturales y adorando a una diosa que representa la inteligencia adulta de Zeus, tuvieron que hacerse muy buenos marinos y un pueblo sagaz y amante del verdadero conocimiento: el que sirve para bien vivir sobre la tierra.

Como el centro del comercio mundial era la Pelasgia, los ascendientes de mi padre, los jonios, contornearon con sus naves el sur del Peloponeso, se introdujeron en el Mar de los Cretenses y en la península pelásgica, al principio como comerciantes y luego como piratas, en pequeños pero aguerridos contingentes, que ofrecieron sus servicios a las matriarcas, en plan mercenarios, para mantener al país defendido... de ellos mismos.

Sus jefes fueron eliminando a los reyes-sacerdotes consortes de los pelasgos y obligaron a las reinas-sacerdotisas, que formaban la casta dirigente de las diferentes comunidades, a que se casaran con ellos, sus nuevos guardianes, con lo cual se adueñaron de la mitad del poder hereditario que ellas ejercían, y de algunas regiones.

Pero las sacerdotisas, con mucha mano izquierda, supieron hacerles sentirse a gusto entre los lujos de su antiguo modelo de civilización, convenciéndoles de que les convenía más que respetaran sus costumbres, que siguiesen entregando parte de los tributos de sus súbditos a Creta y que venerasen a su Gran Madre. Así, los invasores, al integrarse en la élite dominante, pasaron a ser llamados “Grai-Koi” o Griegos, que significa “Adoradores de la Diosa Gris, o de la Diosa Antigua.”

Los griegos jonios fundaron en el Ática una ciudad que homenajeaba otra vez el nombre de la diosa Atenea, Atenas. Y fueron los primeros, cuando otro maremoto barrió a su vez Creta (y después de que los sicilianos, ayudados por los ingenios de Dédalo, hundieran lo que quedaba de la flota cretense), en organizar desde allí una expedición que saqueó Knossos, su capital. Lo que estableció un nuevo orden en el Mar Pelasgo, ahora llamado Egeo, que ya sabes que es un nombre jonio, el del padre del héroe ateniense Teseo, vencedor del Minotauro, o sea, para entender el símbolo que lleva implícito el mito, vencedor de la coacción hegemónica que Creta ejercía sobre los pelasgos.-

-Ganar una guerra es importante, pero más importante es ganar la paz. Los sucesores de Teseo –siguió relatando el marino tirseno- también supieron integrarse de forma flexible y modélica, tanto con los cretenses y pelasgos sometidos de la península e islas, (simplemente dejando que la Gran Madre declarase, por medio de las sacerdotisas, que los dioses varones de los helenos eran sus hijos), como con los siguientes invasores griegos y primos suyos, mis antepasados maternos, los Eolios, que llegaron cruzando Tracia Occidental y Macedonia, a quienes los Jonios recomendaron la misma política de talante abierto e integración con inteligencia, De esa manera se aliaron ambos linajes para recuperar y continuar manteniendo el orden marítimo que los cretenses habían construído tan trabajosamente.

Así pues, tras un inevitable retroceso, la civilización pelasga, ahora mestizada con los griegos, se readaptó a un naciente patriarcalismo bastante tolerante y, poco a poco, se iba volviendo a una coexistencia más o menos tensa, que recordaba algo a la de los tiempos de Minos... hasta que llegaron, como un torrente, los otros primos griegos, los durísimos e intransigentes aqueos, que formaban con jonios y eolios la tercera rama del tronco original de los nietos de Decaulión.

Bajando con sus carros de guerra desde el país de los Tesprotes, vinieron rápidamente sobre el centro y el sur de la Península Egea, tomando ciudad tras ciudad, a pesar de sus murallas, y estableciendo sus capitales principales en Micenas y Esparta.

Los aqueos se burlaron de sus primos jonios y eolios por haberse dejado “amansar por las matriarcas” y no quisieron saber nada de integración inteligente con las costumbres pelasgas. Naturalmente, a los orgullosos hijos de Aqueo, nietos de Juto, biznietos de Éolo y tataranietos de Heleno, no les gustaba nada que les llamaran Griegos, aunque ya todo el mundo lo hace, hoy en día. Ellos siempre se llamaron a sí mismos Helenos, con el nombre de su tatarabuelo, y le dieron el de Hélade al país que les habían conquistado a los pelasgos. Acusaron a nuestros padres de que su diplomática adaptación a la cultura de los vencidos era pura decadencia y se dispusieron a instaurar un nuevo orden, que acabase con cualquier oposición al patriarcado total. Al mismo tiempo, fueron arrebatándonos el poder sobre nuestros territorios y saquearon Creta de nuevo.

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