20-
CRETA
Orfeo
consiguió ser admitido en un barco que se dirigía a Creta, cuando contó a su
capitán la historia de los argonautas y los trabajos que él había desempeñado
en la expedición con la magia de su música. Después de tanto tiempo sin
hacerlo, se sintió en su elemento cuando subió al puente, se sentó y comenzó a
tocar la lira, dando los tiempos con su voz como un profesional, para que los
remeros se acompasaran y se afinaran en su bogar. Los dioses parecieron saludar
la empresa que emprendía cuando, a poco de salir de las áreas más navegadas por
las pequeñas embarcaciones, una bandada de delfines se puso a juguetear desde
la proa a la popa de la nave y viciversa, siguiéndoles un largo trecho, como si
estuviesen encantados por la música que el bardo les dedicaba.
Hércules
recibió con campechana cordialidad a su antiguo camarada de expedición en una
tienda de guerrero que había levantado entre las devastadas ruinas del famoso
palacio real del Laberinto, el lugar donde decía la leyenda que, unos tres
siglos atrás, el héroe Teseo de Atenas había matado al Minotauro con la
complicidad de la hija del rey Minos de Creta, Ariadna, quien, igual que Medea
en la Cólquide, había traicionado a su linaje y a su patria, loca de amor por
un extranjero enemigo. Y efectivamente, después de escuchar con interés las
desdichas y las angustiosas búsquedas de Orfeo ante unas tazas de buen vino
cretense, le relató partes sueltas de su reciente asalto a Troya y de sus
aventuras en el Remoto Occidente, en busca de los bueyes de Gerión y de las manzanas
de las Hespérides, así como, con más detalle, la de su descenso al Mundo Oscuro
con la ayuda de Hermes y Atenea, lugar a donde el tirano Euristeo de Tirinto le
había enviado, para que fracasara y no volviera, con la orden, aparentemente
incumplible, de liberar de sus padecimientos infernales al fallecido vencedor
del Minotauro, que igual que se atrevió a penetrar en el Laberinto y regresar,
también tuvo valor para descender al Inframundo a pedir la mano de Perséfone
para su amigo Piritoo, aunque ambos quedaron atrapados por el Rey de los
Infiernos en la Silla del Olvido, a causa de su presuntuosa insolencia. El
tracio se sorprendió de que el coloso no contase todas aquellas hazañas con la
fanfarronería que antiguamente conociera, sino con discreción y hasta una
cierta humildad. Hacíase claro que le habían hecho madurar bastante todas
aquellas dificultosas pruebas y sufrimiento durante los trece o catorce años
que demoraron en reencontrarse… pero, centrado en lo que más le interesaba, se
adelantó a preguntarle cómo llegar hasta el Hades.
-Realmente,
se puede bajar al Hades por cualquier grieta bien profunda que haya bajo la
tierra -respondió Hércules-. Hay una en tu Tracia natal que se llama la Cueva
del Infierno, en el macizo del Rhodope, por donde se despeña el río Trigrad
hacia el subsuelo. Y está la grieta de Lycos, en el país de los Mariandinos, al
Sur del Mar Negro, o el Aorno, del país de los Tesprotes... o Lerna... y esa
otra ahí enfrente de Creta, en el laconio Tenaro, donde me contaste que habías
hecho sacrificios cuando el “Argo” regresaba a Yolkos... y hay otras, muy
famosas, que penetran los bajos del Etna de Sicilia, o el lago Averno de Kyme,
aunque están demasiado llenas de gases sulfurosos como para aguantarlas mucho
tiempo... -Aunque nosotros, seres de la superficie de la Tierra, pensamos que
somos los únicos habitantes del planeta, la parte más importante de él, Orfeo,
es el Mundo Subterráneo o Intraterreno, donde hay un sol interior y
civilizaciones espléndidas de humanos, que tienen cuerpos más sutiles y
delicados que los nuestros, porque evolucionaron directamente desde el Reino
Vegetal y no desde el Animal, como nosotros, y viven en niveles suprafísicos,
en dimensiones de frecuencias diferentes que la Humanidad Intermedia, los devas
y duendes de la naturaleza, o que las almas dormidas o desencarnadas de los
Humanos de Superficie. La dimensión Astral del interior de la Tierra está
cribada de túneles que conducen a estos reinos y la entrada a uno de ellos es
el Erebo, donde Hades y Perséfone reinan sobre las almas de los muertos. -
-¡Por
Zeus, dime ya como hago para entrar allí! - casi gritó Orfeo impaciente.
-...La
entrada principal del Erebo y de la corte de su Rey, amigo mío – concretó ante
su insistencia-, se encuentran en el Extremo Occidente, bajo una boscosa
montaña que cae a pico sobre el Océano.-
-¿En
el Extremo Occidente de qué? –preguntó el tracio- De Grecia o de Italia? -
-¡En
el Extremo Occidente del mundo todo! -aclaró el guerrero con contundencia-
¡Allá donde se acaban las tierras y la luz, allá donde no pueden vivir los
hombres; allá comienza el maldito abismo al que pretendes ir, mi loco amigo!
¡Mejor ni lo intentes, te lo advierto yo!-
Pero
Orfeo no dejó que aquel tono dramático derrumbara su determinación: -Lo
intentaré mientras viva, si es que estar sin Eurídice es vivir -dijo con
firmeza-. Ayúdame en lugar de echarme para atrás, viejo camarada, te lo ruego.
Ya estoy harto de que me echen para atrás, como cuando ambos queríamos ir a por
el Vellocino de Oro. Si es verdad que tú conseguiste entrar en el Hades, yo
quiero entrar también.-
-...Entonces,
presta atención a lo que te digo –puntualizó Hércules, mostrándole ahora el
mayor respeto-: si entrases por las grietas próximas a Grecia tendrías que
recorrer distancias enormes hasta allí, atravesando las complicadas y oscuras
galerías del Mundo Intraterreno, que a veces son cegadas por los volcanes o
terremotos... Así que yo mejor te recomendaría, amigo mío, que vayas por la
superficie hasta el borde del Océano, en el noroeste del País de los Muertos,
Iberia, y únicamente desciendas al Inframundo cuando llegues allí. -
-¿Iberia?
¿No es ese el nombre de las regiones interiores de la Cólquide?-
-Esa
es la Iberia Oriental, Orfeo, la caucasiana. La Iberia a la que me refiero es
la Nueva Iberia Occidental, aunque sus habitantes sólo conocen los de las
regiones donde viven, y esa tierra es muy extensa. Me dijeron que, en los
mejores tiempos de Creta, navegantes pelasgos al servicio de la Talasocracia,
descendientes de los caucasianos del Sur, la debieron bautizar con el nombre de
su hogar original, cuando descubrieron ese país lejanísimo y crearon los
primeros puntos de intercambio en sus costas... aunque muchos mentirosos, tanto
griegos como fenicios, juren que ellos fueron los primeros en llegar allá en
épocas más recientes.-
-¿la
Nueva Iberia se encuentra en esta dimensión, Hércules, o en alguna de las
inmateriales?-
-Mitad y mitad, amigo mío, yo creo que todas
las dimensiones de la Realidad están siempre interconectadas, y es tu estado de
consciencia lo que te hace pasar de una a otra. Desde luego, en mi experiencia,
las verdes y nubosas regiones más distantes de la Península Ibérica son un
verdadero portal al Ultramundo. -
-¿Y
cómo hago para llegar a Iberia?-
-Tendrás que costear todo el ancho Piélago,
siempre en dirección a Poniente, más allá de Italia y de sus islas
occidentales, hasta divisar la cadena de montañas que forma el ancho istmo de
esa península. Y después seguirla a pie durante unos dos meses por su lado sur,
que es el más soleado y practicable, atento, cada noche, a la dirección que
lleva la Vía Láctea, hasta el punto en donde veas que se acaba el mundo y que
el Sol es tragado por el Río Océano, que llega hasta la Estigia. Tendrás, sin
duda, que pedirle su ayuda a Hermes.-
-¿Por
qué precisamente a Hermes? -preguntó Orfeo.
-El
centauro Quirón contaba que Hermes es un inmortal hijo de Zeus, engendrado
cuando el Rey de los Olímpicos, tras vencer a los Titanes, violó en su
santuario de Oestrymnis, a Maia, a la que también llaman Selene, Celene o
Cilene, la Suprema Sacerdotisa Lunar de Atlantis, hija del gigante Atlas, titán
tolteca emperador de aquella nación. ¿Nunca oíste hablar de ella?.-
-No
sé nada del tal Oestrymnis… y sobre Atlantis, creía que era aquella tierra de
los más antiguos dioses, de quienes hablaban Quirón y los mitos de Samotracia.
¿Dónde queda ese país, si existe?
-
Existió, claro que existió, compañero, a lo largo de los viajes por Occidente
que mis trabajos me impusieron, percibí muy bien que ese mito correspondía a
una realidad de otra Era, ya que Atlantis no más existe hoy, pues me contó una
de las mujeres que más amé en mi vida, una descendiente de los atlantes, que
por tres veces, a lo largo de miles de años, se fragmentó aquella enorme
tierra, rodeada por el Océano Occidental, madre de muchas de las razas que hoy
pueblan el resto del mundo, y que cada vez se hundieron grandes partes de ella
en sólo una noche, bajo las aguas, arrastrando a millones de personas -explicó
Hércules con gestos dramáticos-…Se había desarrollado allí una civilización
antigua, refinadísima , que no eran dioses, sino gente como nosotros, pero
mucho más alta -porque descendían de los antiguos gigantes-, era una civilización
culta, poderosa e influyente, comandada por sabios emperadores-magos como
Atlas, cuya estirpe venía de la Luna y de Venus. La última porción de aquel
continente en desaparecer fué una isla, Poseidonis, que dicen que estaba frente
a Oestrymnis, que es el litoral noroeste de la Nueva Iberia.-
-¿Y qué tiene eso que ver con Hermes?-
preguntó Orfeo, medio perdido entre tantas historias míticas de un pasado que
nadie recordaba.
- Ahora llego a eso, camarada… cuando
Maia-Celene desembarcó en Oestrymnis, huyendo del desastre de su patria
sumergida, y empezó a transmitir la sabiduría de la Era de los Titanes, los
rústicos habitantes de una de sus tribus, la del Lobo, que luego se llamó de
los Selenos o Celenos en honor a ella, la acogieron con los brazos abiertos y
la hicieron su Reina Loba. Por tanto, su hijo Hermes, Luh, “El Lobo de los
Caminos”, como le llaman los oestrymnios, es el dios que mejor conoce las rutas
que llevan al Extremo Occidente, ya que aquellas tierras son las de su madre,
que están muy cerca de la entrada principal del Hades. También puedes tener la
certeza de que es uno de los dioses que más escucha y complace a los mortales.
Sin su ayuda me hubiera sido imposible encontrar el camino para descender hasta
allí, ni siquiera se me hubieran abierto las puertas... Y parece ser que hay
una puerta para cada tipo de hombre.-
Orfeo
estaba impresionado por la certeza, seguridad y fluencia con que Hércules
hablaba de aquellas cosas, como si hubiese vivenciado siglos de conocimientos
profundos y ocultos a la mayoría de los mortales, desde la última vez que se
relacionaran. -...Bajar con Hermes a los Infiernos para liberar al héroe Teseo,
con la benevolencia de Perséfone –siguió contando Hércules sobre su propia
aventura-, fue el último trabajo que me vi obligado a hacer para aquel
miserable tirano de Tirinto, que no te quiso recibir porque odia hasta que le
hablen de mí, a pesar de que le serví con la mayor fidelidad y paciencia, ya
que, para compensar mis errores, acepté ante mis dioses protectores la penitencia
de esclavizarme a él durante doce años... ¡Doce de los trece años que hacía que
no nos veíamos, Orfeo! ¡Se dice pronto, hermano! ... ¡Padecí voluntariamente
doce años de servidumbre total, para que me perdonaran los dioses por una
tragedia espantosa, provocada por mi locura, de la que ya no quiero ni
acordarme – luego rió a carcajadas con aquel vozarrón de hijo del Trueno-. ¡Lo
hubieras visto...! Euristeo salió corriendo y se escondió, meándose de miedo,
en una tinaja de aceite, cuando llevé ante su propio trono un monstruo ciego y
blanco encadenado, que saqué del Lago de los Infiernos y que todos tomaron por
el Cancerbero. -Sin embargo, amigo mío –siguió, frunciendo el ceño-, cumplir
con mis doce trabajos, pasando por tantas terribles pruebas, penitencias y
compensaciones, no me devolvió del todo la libertad, como yo esperaba, ya que
hay algo en mi explosivo carácter y en mi manera de ser que hace que se me
tuerzan las cosas, a pesar de mis logros... –su expresión se hizo sombría- …ni
puedo contarte las barbaridades que ya hice y las que sigo haciendo en cuanto
me dejo llevar por la precipitación, que parece tener una vibración semejante a
la del ansia o la rabia…. hay algo en mí, debe ser la sangre de los antiguos
titanes, que todavía me empuja a la acción desmedida, a hablar de más y
demasiado fuerte, a los movimientos bruscos y al exceso; a la falta de
paciencia y delicadeza, en suma, lo cual acaba haciéndome cometer errores
tremendos, trágicos, de los que después me siento tan culpable que quisiera purificarme
ardiendo vivo en una hoguera… Y en cuanto a las relaciones con los demás, mi
brillo, de primeras, atrae, pero igual que el del sol, al cabo de poco tiempo
comienza a molestar a chocar, a provocar, produciendo envidias, celos y
enemistades. Le pedí al padre Zeus en mis oraciones que me liberara, no sólo
por fuera, sino también por dentro. Le pedí que me enseñara a tener un poco más
de dominio sobre mi propio temperamento y mis potencias, para salir de una vez
de esta larga serie de repeticiones de los mismos errores, condicionamientos,
vicios... y se me apareció en el sueño.-
-¿Se te apareció? -Orfeo ni lo dudaba,
todo el mundo decía que la extraordinaria fuerza de Hércules se debía a que era
hijo del propio Zeus.
-Se me apareció en un sueño –reconfirmó
con sencillez-, lo percibí tan claro y tan tangible como te estoy percibiendo a
ti, y con él estaba también Pontia, por eso me encuentro aquí ahora.
-No sé de cual Pontia hablas, Hércules.
-Ese era el nombre que le daban a la Gran
Diosa Madre los cultos y poderosos cretenses, Orfeo, además de todos los
antiguos habitantes de las tierras pelasgas a la orilla de este mar a quienes
ellos influenciaban, antes de que decayese el imperio de Minos y de que los
padres de los actuales griegos, mis antepasados, se atreviesen a conquistarlo.-
-En mi sueño, la Diosa, que iba vestida de
una manera majestuosamente exótica y muy lujosa, tal como una emperatriz
–siguió contando-... sacó de mi pecho dos serpientes, una roja, grande, y otra
azul, mucho más pequeña. Usando gestos como de danzarina, hizo un amasijo con
ellas en sus manos y las convirtió en una sola, del color y la contextura del
fuego. Después provocó también que apareciese a mis pies, modelándose
mágicamente sobre la arena, un gran laberinto en forma de ocho, que parecía el
signo del infinito. Metió en él a mi serpiente y la dejó que recorriera sus
muchas y complicadas espirales, hasta que llegó de nuevo al punto por donde
había entrado.
Ahí pude ver –continuó el coloso- que,
durante su deslizarse por los intrincados corredores le habían ido creciendo
unas alas y que la serpiente era ahora un bello dragón, con todos los colores
del iris en su piel, aunque casi transparente. Voló hacia mí y se fundió
conmigo, con lo que me sentí enseguida mucho más lúcido y sereno.
La Diosa desapareció sonriendo, pero Zeus
me señaló el laberinto y yo entendí muy bien que tenía que venir a aprender
algo de él a Creta, donde ya había estado antes, en uno de mis trabajos... Y
aquí estoy, Orfeo, parado y de retiro desde hace algún tiempo, estudiando esta
increíble obra de los antiguos y meditando, lo cual es excepcional en mí, pues
tú sabes que normalmente soy pura acción y movimiento.- Hércules llevó después
a Orfeo a recorrer las vastas ruinas de lo que había sido el palacio del rey
Minos en Knossos, un laberinto aparente en sí mismo, de innumerables aposentos
individuales, familiares y comunitarios en varios pisos, patios, claustros y
sótanos adosados de una manera aparentemente anárquica a partir de una plaza
central. Luego le hizo fijarse en la gran explanada frente al palacio, donde se
hallaba, dibujado sobre el suelo con mosaicos de loza esmaltada, el verdadero
laberinto: una amplia pista con un diseño curvilíneo que servía para guiar a las
sacerdotisas que tomaban parte en las danzas sagradas rituales, acrobáticas,
eróticas o astronómicas, de los solsticios y equinoccios. Tras responder a
todas las preguntas que quiso hacerle Orfeo, el coloso hizo notar a su antiguo
compañero de la selecta escuela de Quirón la armonía matemática y geométrica de
la estructura en espirales circunscritas y conectadas del laberinto, que había
estado observando muy detenidamente. Luego le contó que el Mensajero de Zeus se
le presentara días atrás, acompañado de Atenea, en otro sueño:
-Presta atención, camarada Orfeo, porque
las imágenes de este segundo sueño parecen complicadas, aunque no lo son: me
dijo la diosa de ojos de lechuza que somos pura energía y que la historia
pasada y las aspiraciones de futuro de la vida y del destino de cada ser humano
pueden describirse como un sendero-laberinto que organizase el fluir de la
energía-consciencia generada por nuestras experiencias a lo largo de ciclos de
siete.
-Por qué siete, precisamente? –se extrañó
el bardo.
-Hermes y Atenea contaron que el Dios
Creador Incognoscible, que no es nada que se parezca a nosotros, sino un
distribuidor universal de la energía de la Vida, había creado este mundo como
Logos Padre Universal, con siete rayos de Su Luz. Cada rayo es un color del
Iris, una vibración, un manojo de cualidades, desafíos y potencialidades, un
curso de la Escuela Humana del Desarrollo Evolutivo. Cada manifestación del Ser
Inmanifestado sobre este mundo, es su propia manifestación como Logos Hijo, ya
que emana de sí todas las criaturas en siete Niveles, desde los más sutiles y
conscientes hasta los más densos e inconscientes. En el Quinto Nivel, que es el
Humano, estas emanaciones del Ser que somos llegamos, por fin, a poseer la Luz
de auto-consciencia de Su Espíritu, al tiempo que nos encontramos revestidos de
todos los cuerpos elementales pertenecientes al mundo de la eterna materia
gestadora de formas, eso que constituye Su Aspecto Madre Universal, forma
femenina de Su Espíritu Santo Creador, el Tercer Logos.- Orfeo jamás hubiese
imaginado, cuando convivió con Hércules a bordo de la galera de Argos, que en
trece años, Hércules pudiese llegar a pensar y expresarse en un lenguaje tan
elevado, que hasta costaba seguirlo.
-Mientras dura una Manifestación del
Creador sobre este mundo –siguió el coloso-, la pequeña extensión de Sí que se
humaniza, evoluciona durante millones de años a través de siete Razas
Conscienciales, creadas a partir de los siete Demiurgos, o Dioses Planetarios
que representan la energía de cada Rayo. Uno de ellos, por ejemplo, es el
propio Hermes, que se me mostró en mi sueño como la energía particular que
emite el planeta Mercurio. Llegados a la Tierra, esos Rayos de la Luz Logoica
se vuelven Fuegos Creadores de distintos grados, aquellos que en Samotracia se
llaman los Kabiros y en otros lugares, Dioses Lares o Manes, porque cada Kabir
se convierte en un Mane o Manú, o sea, en el ser espiritual que sostiene las
condiciones para la creación de un lar, o sea de un hogar, para la incubación y
la gestación de una nueva Raza.
El Manú conforma esa nueva Raza de
Consciencia, o Raza Raíz Monádica, escogiendo a los espíritus más evolucionados
de las Razas Anteriores, siempre para mejorar lo ya existente, entre los
discípulos de las Escuelas de Luz que la Fraternidad de los Seres Divinos va
creando en distintas regiones, regiones de gran fuerza telúrica, ligadas a
Centros Intraterrenos, Intraoceánicos o Suprafísicos, desde donde se irradian
para el planeta las nuevas energías renovadoras y definitorias de cada ciclo.-
Orfeo estaba poniendo cara de que el tema era demasiado denso y complicado para
entenderlo, y Hércules lo percibió, así que mudó el tono y siguió refiriéndose
a cosas, personas y lugares que el bardo conocía:
-Recuerda, viejo compañero, la escuela de
Héroes del Monte Pelión, dirigida por el centauro Quirón, donde nos conocimos…
era una de esas Escuelas de Luz. Samotracia, Eleusis, Menfis y Sais de Egipto,
son otras, como lo fue el Cáucaso para nuestros antepasados griegos o tracios
o, mucho antes, el centro de Asia, para nuestros comunes ancestrales Arianos.
Ese lugar que te estoy indicando para tu entrada en los Infiernos, fíjate bien,
el litoral del extremo noroeste de Iberia, es otro vórtice de atracción de
pioneros evolutivos que algún día superarán las barreras de lo desconocido,
extenderán el mundo a nuevos ámbitos y harán de él una sola nación. Por otra
parte, el Microcosmos es un reflejo del Macrocosmos, Orfeo, también cada siete
años todo lo que somos muda completamente, hasta la más pequeña célula.
…El Guía de los Caminantes, Hermes, dibujó
en mi sueño el mismo laberinto que había diseñado la Diosa Madre sobre la arena
de una playa, pero esta vez no era plano, -siguió contando para un Orfeo que
ahora estaba más atento-, sino que le fue dando alturas diversas a sus senderos
espirales. Cada media espiral significaba un ciclo de siete años de mi vida.
Fue modelando más altas o más bajas las curvas de nivel de cada sendero de
media espiral. ¿Y sabes con qué criterio?-
-No tengo ni idea -repuso Orfeo, abrumado
por tanta erudición inesperada.
-Pues modelaba más altas o más bajas las
curvas de nivel de cada sendero de media espiral del laberinto según la
intensidad, mayor o menor, con la que viví los momentos experienciales más
sentidos de cada ciclo. ¿Me sigues?- El bardo se sintió a sí mismo como
despertando, claro que le seguía ahora, la imaginación de Orfeo era una imaginación
de artista. La intensidad vivencial, y no la cantidad de años vividos, era la
clave de la vida tanto como la clave del mejor arte. En una súbita intuición
creativa, tradujo a ciclos musicales las observaciones que la pura Inteligencia
del gran Zeus, su hija Atenea, había inspirado a su hijo mortal como método de
reflexión y guía sobre su camino evolutivo. Al traducirlo, el bardo obtuvo la
estructura y los tiempos de una compleja composición melódica.
-Cuando acabó de modelar mis ciclos ya
vividos –siguió contando Hércules, sin percibir el enorme impacto que estaba
causando lo que contaba sobre la creatividad de Orfeo-, Hermes me dijo que me
faltaban por vivir los últimos ciclos de mi laberinto y que era cosa mía
decidir si yo quería que se fueran conformando, a medida que los vivía, en
subidas y bajadas extremas, como las que han sido mi tónica y mi ritmo personal
hasta ahora...
... O si prefería modelarlos yo mismo
previamente, como quien traza el proyecto de una ascensión paulatina, que me
llevará conseguir una serie de objetivos prioritarios, a lo largo de mis
próximos posibles ciclos.- Orfeo sonrió y se acordó de su propio padre, el rey
Eagro, quien hubiera hablado -lo mismo que Zeus a través de su mensajero- de la
importancia de tener claro un “plan personal de futuro en la vida” y de
centrarse, como prioridad, en cumplirlo. Sí, todos los padres acababan siendo
el mismo padre.
-Además -continuó Hércules-, Atenea añadió
que, como yo no sabía cuánto tiempo iba a vivir todavía, era recomendable que
hiciese una buena selección entre mis objetivos, para tratar de dedicar todas
mis energías a alcanzar, en el próximo ciclo, el objetivo que de mayor
importancia considerara, y no dejarlo para un ciclo futuro, que no sabía si
llegaría.-
-Por último -remató-, Hermes me hizo
comprender que debería contemplar la propia muerte de mi existencia física como
un último ciclo de mi laberinto; y que también podía modelar previamente esa
etapa como una suave y larga bajada del sendero, tal como a muchos hombres les
gustaría vivir su ancianidad... o, si lo prefería, trazar un rápido y vertical
salto hasta el comienzo del próximo laberinto.-
-¿Del próximo laberinto? -repitió Orfeo
sin comprender.
-Sí, del próximo, porque el laberinto es
una forma que se repite a sí misma, como las octavas que consigue tu lira, a
través de todas las dimensiones, hasta el infinito; él mismo es el signo del
Infinito; así que acabar una vida, que es una experiencia y un nuevo grado de
aprendizaje de la consciencia del Ser Infinito sobre sí mismo, no significa más
que pasar a continuar experimentando, en otro grado más elevado, sus infinitas
potencialidades durante el siguiente ciclo de su Eternidad. Eso fue lo último
que dijo Hermes.-
- Atenea añadió, por su parte, que mi salto
evolutivo sería un verdadero salto a lo más alto de mí si, en lugar de seguir
intentando trazar por mi cuenta mis planos personales de vida en la ignorancia,
renunciaba a la soberanía de mi libre albedrío y me entregaba
incondicionalmente a ayudar a cumplir el Plan Evolutivo del Creador para este
ciclo de toda la Humanidad… Si yo quisiese conseguirlo, tendría que dejar de
atender totalmente al instinto, al deseo, a las sensaciones, a la pasión, a la
emoción y al intelecto, es decir, a todas las energías que contiene mi alma, y
sólo guiarme por las intuiciones de mi Espíritu, intuiciones donde yo la
encontraría siempre a Ella, a la Diosa de la Sabiduría, como segura guía y
protectora. Luego desperté recordando cuanto te cuento muy claramente.-
-Impresionante -comentó el tracio,
sinceramente admirado de la visión mística que aquel guerrerote había llegado a
tener, a través de su intensa vivencia de las más arriesgadas aventuras y de su
indudable conexión con los dioses que le inspiraban. También él estaba viendo,
cada vez con mayor claridad, la estructura musical septenaria y arquetípica,
aplicable a miles de composiciones, que el relato de su amigo le había
inspirado.
-Ahora, si vienes conmigo, te llevaré a
ver una cosa que he estado haciendo –convidó el guerrero. Orfeo le siguió y
contornearon en dirección al mar las ciclópeas ruinas de la capital cretense,
que habían sido terriblemente destruidas por el lado norte, como si un tifón
hubiese derribado de un solo golpe todas sus piezas de piedra en dirección sur.
-¿Qué es lo que ocurrió aquí, Hércules?
-Pues parece que toda la amplia costa
norte de Creta y sus ciudades, junto con la capital, Knossos, y el
palacio-laberinto, y la inmensa flota cretense, que no tenía rival y dominaba los
mares, fueron arrasadas por una nube de fuego y por un maremoto espantoso,
cuando explotó el altísimo volcán de la isla de Thera, que estaba a pocas horas
de navegación hacia el norte.-
-Eso debió ser un cataclismo terrible...
-Imagínate: una explosión que se lleva
todo el volcán y más de media isla por el aire, que produce una lluvia de fuego
y piedras enormes y una nube de vapor
ardiente que se extiende alrededor a distancias enormes y que provoca que el
mar se precipite en una sima profundísima que quedó al descubierto... fue
terrible, no sólo aquí, sino en todos los litorales circundantes, Citera,
Kerme, Tirinto... hasta en los de Egipto y Lidia...-
-Y ahí se acabó de golpe todo el
esplendor de dos mil años de refinada civilización matriarcal cretense para
siempre –siguió Hércules haciendo un gesto hacia las ruinas-. Sin ninguna
escuadra fuerte que les protegiese, ya que lo que quedó de ella fue incendiada
por los sicilianos, y en sólo cincuenta años, mis abuelos, los griegos jonios y
eolios, que eran unos brutos comparados con ellos, gentes que apenas lograban
preservar su independencia y que no sabían casi nada de mar, invadieron todos
los territorios continentales e insulares de la dinastía Minos hasta que,
finalmente, se las arreglaron para conseguir naves y marinos, saltar a Creta y
conquistar, saquear e incendiar su rica y famosa capital.-
21-
EL LABERINTO CRETENSE
Así
conversando, fueron bajando hasta una pequeña playa solitaria donde Hércules
había estado modelando sobre la arena su propio laberinto personal, el que
representaba los ciclos ya vividos y aún no vividos de su vida, siguiendo la
misma planta del plano minoico, pero elevando o descendiendo en tres
dimensiones los senderos, según la intensidad con que había vivido cada parte
de cada ciclo.
-Estás hecho un artista, Hércules -le
felicitó sinceramente el tracio, que tampoco le conocía su faceta constructiva.
En verdad, la mayoría de la gente creía que no se trataba más que de un forzudo
sin seso y acerca de su fuerza y de sus innumerables hijos, todos varones,
versaban sus leyendas. Mas Orfeo sabía que, aparte de sus últimas experiencias,
Hércules había tenido una esmeradísima educación, tanto en Tebas como, sobre
todo, en el monte Pelión, como él, junto a aquel maestro de maestros que el
centauro Quirón era. El laberinto le había quedado muy atractivo, parecía un
jardín de arena en distintas alturas. Medía unos veinticuatro pasos de largo
por doce de ancho.
-Ésto es sólo un ejemplo más de cómo un
rudo griego puede aprender de la antigua sabiduría cretense... -dijo él
sonriendo-. Tuve que reconstruirlo, porque los muchachos de la vecindad me lo
arrasaron a los tres días de terminar su estructura. Eso me obligó a llamar a
sus padres, poner cara de aqueo invasor y amenazarles con que yo también podría
arrasar algunas de sus cosas si no contenían un poco a sus hijos y les
enseñaban respeto. Ahora nadie viene por aquí y me dejan en paz.- Orfeo sonrió
también. Podía imaginarse el terror de los pobres vecinos cuando vieron llegar
al coloso enfadado. Hércules no necesitaba hablar demasiado fuerte para meter
miedo a cualquiera.
-¿Ves? -dijo a Orfeo- A este tamaño puedo
verlo perfectamente en su totalidad y en tres dimensiones, mucho mejor que
tener que imaginármelo sobre las ruinas, a partir de la planitud del mosaico,
como estuve haciendo durante el primer mes.-
-Aquí empieza el sendero laberíntico,
abajo del todo, y luego va subiendo a medida que voy tomando consciencia del
mundo al que yo acababa de llegar, primera infancia; y luego hay todos esos
altibajos... adolescencia... Esta subida tan grande es la escuela del centauro
Quirón, en la que tú y yo nos conocimos, y también conocimos a Jasón, y a tanta
gente de primera categoría... Y esta otra subida es cuando conocí a mi primera
esposa, Megara, y esas otras cuando tuvimos nuestros pobres hijos... Si
hubieran podido vivir, sus propios laberintos personales podrían estar
desarrollándose al lado del mío, como crecen los robles jóvenes al lado del
viejo...- Orfeo se hizo cargo, con pena, del sentimiento de su amigo. La
vengativa diosa Hera lo había enloquecido y su locura causó la muerte de sus
hijos. Para purificarse, el Oráculo de Delfos le dio el consejo a él, al más
fuerte y libre de los hombres, que se pusiese al servicio del despreciable
tiranuelo Euristeo de Tirinto, durante doce terribles años.
-Esta otra alta subida fue mi oportunidad
de participar en la gloriosa expedición de los argonautas, que tú completaste,
y esa tremenda bajada cuando mi oportunidad se frustró apenas llegar al Asia...
¿Ves desde aquí? -siguió Hércules dando una vuelta alrededor de la espira-.
Estas ondulaciones en lo alto del laberinto que parecen una sierra son los doce
trabajos que me ordenó realizar Euristeo, para perderme... ¡Las bajadas y
subidas más grandes de mi vida, Orfeo, creo que estos trabajos me hicieron
vivir doce vidas en una!-
-En verdad parece una sierra, pero de las
de cortar madera –observó Orfeo, admirado-. Eres una persona de totales
extremos, Hércules, no hay términos medios ni suaves subidas o bajadas, ni
mucho menos llanos en los caminos de tu sendero vital, todo es un puro balance
violento de un polo al polo contrario. Pocos, menos fuertes que tú, podrían
resistir una vida así por más de treinta años.-
El coloso suspiró: –Pues para eso es este
laberinto de la Diosa Pontia, amigo... para que uno pueda tomar consciencia del
ritmo al que va por los ciclos de su vida... Yo nunca había percibido antes
como se repiten y repiten las mismas vueltas cada determinado tiempo, como se
desaprovechan, una y otra vez, las mismas oportunidades en cada giro preciso de
nuestro caminar... pero ahora...-
-¿Ahora... qué?-
-Ahora ya no voy a caminar más a ciegas
por la vida, dejándome llevar pasivamente por la pura reacción a la acción,
Orfeo, dando bandazos y rebotes sin rumbo, como la pelota de un niño pequeño
contra las paredes... ahora quiero tomar en mis manos, dentro de lo posible,
las riendas de mi propio destino y calcular la jugada siguiente antes de
jugar.-
-¿Y cómo vas a calcularla? –respondió el
bardo tristemente- El futuro es imprevisible, somos juguetes en manos de dioses
caprichosos o irresponsables... mira lo que ocurrió con el refinado imperio del
linaje de Minos de Creta, mira lo que a mí me ocurrió con Eurídice... cuando
más triunfantes nos sentíamos, cuantos más bellos planes de futuro teníamos,
llega un ciego cataclismo natural, o llega una maldita cobra vengativa y
destruye nuestros planes y nos convierte en un desierto seco...-
-No, mi amigo -dijo Hércules-, no es eso
lo que yo he aprendido aquí... observa las sierras de ese laberinto, a tal
acción, tal reacción. Y del mismo grado e intensidad. Los dioses no son tan
caprichosos, hay unas leyes que ellos han de respetar, lo mismo que nosotros:
la del balance, la de la compensación y la de la regeneración... Somos los
arquitectos de nuestro propio futuro... si queremos recoger frutos en el
verano, hemos de sembrar antes con esperanza, en el pudridero del otoño,
pasando con serenidad por los aparentemente estériles tiempos del invierno, en
los que se gesta la primavera, que al final siempre llega...-
-¿Y cómo piensas sembrar el futuro que
deseas cosechar, Hércules? -preguntó Orfeo, nada convencido.
-Antes de poder sembrarlo y después
gestarlo y parirlo, creo que lo primero es saber exactamente lo que quiero
conseguir en el próximo ciclo de mi vida, que siempre puede ser el último... y
eso es lo que más estoy meditando en estos días sobre este meditadero que es
este laberinto, Orfeo. Después de mis doce trabajos, la mayor parte de lo que
constituyen los objetivos habituales de la humanidad común, me resbalan ya. Sí,
sí, me resbalan, me dejan indiferente... Creo que lo único a lo que ahora
merece la pena aspirar, colocando, por supuesto, para lograrlo, toda la propia
carne en el asador, más toda mi atención mental constante, emociones, conexión
espiritual y actuaciones, es... la inmortalidad.-
-¿La inmortalidad? –se asombró el tracio-
¿Conseguir librarte de la muerte? ¿…O estás hablando de conseguir fama
duradera?
-Fama duradera, creo que ya conseguí
bastante, compañero, ya la vi convertirse en los cuentos más absurdos y llega.
Basta. No me satisface más ese vivir o trabajar para dar brillo a un personaje
ficticio. Ya circulan por toda parte leyendas de demasiados Hércules que nada
tienen que ver conmigo.-
-…Morir nunca me ha asustado y he expuesto
mi vida a la muerte en tantas ocasiones que mi relación con ella ya se ha
convertido ¡en un juego!... juego que algún día ella ganará, naturalmente
–sonrió el forzudo-. Así que lo que significa Inmortalidad, para mí, es
alcanzar en esta vida, o al traspasar la puerta de la muerte... eso que podría
llamarse el estado divino.-
-Quiero decir –continuó, intentando explicarse
mejor, al ver como el asombro de Orfeo aumentaba-, liberarme, de una vez por
todas, de las limitaciones a las que está sujeta la ligación de nuestra
consciencia a este cuerpo, sus compulsiones y sus necesidades, ligada a estas
emociones tan reaccionarias y a esta mente tan cuadrada, en fin, ligada a todos
estos cuerpos materiales que nos envuelven, tan efímeros, tan vulgares, tan
superficiales y tan encadenados a la vida a ras de tierra y a la eterna
repetición de los mismos mezquinos deseos y comportamientos egocéntricos.-
-Picas muy alto, amigo Hércules –respondió
el bardo con admiración-... Yo no aspiro a tanto, me conformaría con la
inmortalidad física, y no para mí, sino para Eurídice, y ni siquiera por
demasiado tiempo: apenas el justo para que pudiésemos acabar de vivir juntos lo
que nos quedase de juventud con cierto vigor... Y luego, puestos a pedir,
pediría que muriésemos, también, juntos.-
-No sé quien pica más alto en sus
aspiraciones, Orfeo, si tú o yo. Deseo de corazón que consigas lo que quieres y
creo que si existe alguna llave que abra todas las puertas del Universo, esa
debe ser la llave del amor... aunque presiento que el amor debe tener
dimensiones más sublimes que la de la compañera, los amigos, los hijos… incluso
que la de la propia patria o raza. Yo he vivido mi vida a plena intensidad,
camarada, no le temo a ningún dios, confío en que siempre habrá otros dioses,
menos temibles y más amorosos, que me ayudarán y creo que el hombre, cualquier
hombre, lleva también dentro la semilla de un dios.-
-Eso es lo que nos contaban en Samotracia,
Monte Pelión, Eleusis y Sais, hermano Hércules. Iniciaciones no nos faltaron…
–dijo amargamente el bardo-… pero una cosa es la teoría iniciática y otra vivir
la teoría sobre este mundo tan poco divino.-
-Es que me está pareciendo, amigo mío
-siguió Hércules-, que el único sentido de esta vida nuestra en este mundo tan
poco divino, como tú lo llamas, es sólo proporcionarle a nuestro anhelo de
divinidad estímulos y oportunidades para que se desarrolle... Y todo guerrero
sabe que le llegarán mayores oportunidades cuanto más altas y aparentemente
imposibles sean sus aspiraciones y sus dificultades, porque convertirse en un
dios significa dejar de amilanarse ante lo aparentemente imposible, o ante lo
que parece demasiado alto... “A mayor campeón, mayor desafío”, nos decía Quirón
¿Te acuerdas?... Pues claro que esas pretensiones significan, también, tener
que afrontar mayores pruebas, mayores trabajos...-
-Yo he hecho, en verdad, casi todo lo que
he querido durante mi corta y larguísima vida, acepté y cumplí los retos y
misiones más arduas y escabrosas... y también he pagado muy caro por ello
-continuó melancólicamente el coloso-. Este mundo está bien sujeto a la ley de
la compensación. No, no me sentiría muy triste ni echaría nada de menos si
tuviera que morir ahora mismo, porque ya he vivido mucho de lo que este plano
puede ofrecer a un hombre. Lo que me molestaría es que todo cuanto he vivido no
sirviera para ayudar a construir un mundo mejor ni para ayudarme a acceder a
otro plano superior de la existencia.-
-…Pero jamás dudo de que si el padre Zeus,
a quien considero mi Yo Superior, es algo, compañero, ese algo es la Justicia
Divina, y el resto de los dioses son apenas los primeros ramalazos de las ondas
de Sus líneas de pensamiento, en las que esa justicia, hecha de amor, firmeza y
equilibrio, se manifiesta a través de todos los hilos del tapiz mental del Ser
en el cosmos. Creo que tú y yo, y toda la gente y el mundo que conocemos, somos
apenas puntos de uno de esos hilos, que se agitan al agitarse el tapiz todo con
la pulsación de la más ligera expresión de la Vida Mayor.-
-...Y ante la magnitud de esa Alta
Justicia Impersonal –terminó Hércules-, creo que el acto más inteligente y
valeroso que puede realizar un guerrero es rendirse a Ella, Orfeo, aceptar que
todo cuanto ocurre en su vida es el resultado y la cosecha de cuanto nuestra
concentrada atención sembró anteriormente para nosotros mismos. Por tanto,
parece razonable renunciar a seguir sembrando para uno mismo y a cualquier
plano y proyecto personal y entregarse al Plan Divino, rogándole a su Ideador
que nos permita entender de qué manera debemos servirle.-
RECICLAJE
EN EL LABERINTO. SENDA DE LA GRATITUD . 0 a 7 años:
-“…Puedes comenzar a limpiar y sanear tu
alma por la base, por tu personalidad tribal, por las primeras informaciones
con que te llenaron la mente hasta los 7 años –le había instruido Donnon, el
guardián de aquel Laberinto del Fin del Mundo que a Orfeo le recordaba en todo
el que Hércules había construído en Creta-. Tienes que sacar de ahí todo lo que
ya no te sirve más en tu edad presente, especialmente aquello que estorba tu
realización evolutiva.
Piensa bien, mientras remueves, aireas y
ablandas con la azada la tierra de los macizos de cultivo situados a ambos
lados del sendero de tu laberinto personal, en todas las creencias, ideologías.
supersticiones, resentimientos, complejos de superioridad o inferioridad
nacional, chauvinismos o vergüenzas colectivas, injusticias mantenidas por
soberbia, sentimientos exclusivistas y excluyentes de clase religión o partido,
deudas, códigos de honor ya obsoletos, compromisos y asuntos no resueltos, no
aclarados, oscuros, ambiguos…que has heredado de tu familia, de tu tribu y de
tu nación y que, realmente ya no tienen crédito, utilidad ni valor para ti.
Remover y airear los macizos equivale a
remover y airear tu mente, deshaciendo sus capas más compactas y rígidas.
En el macizo de cada estación en la que te
parezca que se pueden encajar, coloca por cada uno de esos conceptos e
influencias negativas que has sacado a la superficie y que ya no quieres seguir
cargando encima, una palada de abono hecho con turba, hojas en descomposición,
estiércol y un poco de material calcáreo y ceniza de la hoguera, removiendo
todo con la tierra suelta de la superficie y cubriéndolo con paja, para
conservar los nutrientes y retener la humedad.
De esta manera sacarás esos pesos muertos
de tu alma, al mismo tiempo comprendiendo, perdonando, limpiando, sanando,
compensando, renovando y, sobre todo, transmutando.
Porque, después de utilizar toda esa
vibración putrefacta del pasado como abono, plantarás encima hierbas
medicinales y aromáticas y verduras bien nutritivas que te mantendrán fuerte
para poder ocuparte de tu empresa presente.
Recorre sin prisa el sendero mientras lo
trabajas y repasa todo cuanto esos conceptos sacados a la superficie tienen que
ver con los perpetuos esenciales, con las caras del ego, con el camino común o
con el iniciático en cada una de las etapas correspondientes a las 89 primeras
estaciones… a cada peso que sientas en tu ánimo, coloca más abono en el macizo
de esa estación, o una piedra entre su borde y el sendero, exorcizando en ella
esa culpa, vergüenza o pena, sacando esa pesadez de tu alma.
Al mismo tiempo, ve embelleciendo, con tu
más libre creatividad, a tu manera (con plantas vivas de flores, piedras
bellas, raíces, esculturas naturales, agua, lo que se te ocurra o te
encuentres), aquellas estaciones del camino que tienen que ver con las muchas
fuerzas, virtudes y poderes personales que heredaste de tu familia, de tu
tribu, de tu nación, y agradece, agradece, agradece a tus benefactores y honra
esas energías maravillosas que te transmitieron, proyectándolas mentalmente
desde la egrégora o condensador y acumulador energético que estás construyendo…
sobre tus descendientes, tu familia, tu tribu, tu nación y sobre todos los
seres de todos los reinos que las estén necesitando, teniendo fe total en que
el Universo hará que tu ofrenda les llegue, ya que Él quiere y puede.
Lo cual ya le está dando un valor añadido
a tu trabajo: no sólo estás transmutando la materia muerte de tu mente en
vibración viva, sino que también estás conectado con la Fuente y haciendo de
canal transmisor de los dones de la Vida para tus hermanos de todos los
reinos.”
22-
LA CANCIÓN DE EURÍDICE
Orfeo
se pasó buena parte de aquella noche cretense sopesando las conclusiones de la
rápida e intensísima evolución de su antiguo compañero argonauta, que ahora
parecía un viejo sabio en el cuerpo de un rudo titán, y pensando como cada
hombre tiene el tamaño de sus sueños. Entretanto, no paraba de trabajar con los
acordes de su lira la estructura septenaria básica descubierta en el laberinto,
obteniendo así, poco a poco, la forma y los tiempos de una compleja composición
musical (que reúne en su primera parte la energía suficiente para dar un salto
cuántico hacia una octava superior en la segunda, tal como el salto que
Hércules quería dar hacia la inmortalidad). Sobre ella, empezó a colocar los
sentimientos y los aprendizajes de su propia búsqueda, usando como eslabón
básico de la melodía el sonoro nombre de Eurídice (de ocho letras con un
intenso acento ascendente en el medio), lo cual, más adelante se iría
convirtiendo en su "Canción Occidental”.
VERSIÓN 2016. ENTREGA 8
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