32-
SICILIA
Era
un coloso altísimo, el volcán más elevado y activo de Europa, decían, con su
base extendiéndose sobre toda la mitad nordeste de la isla y con la cumbre
cubierta de nieves perpetuas, de la que salía humo continuamente, a veces con
suavidad, a veces acompañado de pavorosas explosiones
-Está
en erupción ahora mismo? -preguntó Orfeo.
-No,
no, este es su estado normal desde que los hombres de nuestra raza lo
recuerdan, tranquilo pero bastante vivo –respondió Arron-, la última erupción
fue hace doscientos años y eso sí que daba miedo, según se cuenta. Sin embargo
los habitantes de un pueblo que hay a sus pies, siguen ahí desde siempre y no
se van. La primera vez que yo pasé por aquí casi anochecía y estaba arrojando
tales emisiones de colada de lava por los cuatro cráteres de su cima, que nos
volvimos, aterrados, porque parecía que hasta el mar estaba ardiendo.
Pero
luego supimos que eso sólo indica que los fantasmas de los cíclopes que Apolo
mató, para vengar a su hijo Asclepio, siguen realizando su actividad habitual
ahí dentro. Nada de lo que alarmarse, Orfeo, aunque los sabios dicen que se
vuelven cada año más violentos... quien sabe si algún día el pavoroso gigante
Tifón, que intentó vengar la derrota de los titanes, y al que también Zeus
mismo venció y encerró ahí abajo, se escapará de su prisión y volverá este
mundo del revés, como dicen que acontece cada venticinco mil años.
...Observa
bien donde te estoy señalando: de aquel lado de las faldas del Etna hay un
precipicio, el acantilado de Cíane, lo tienen como sagrado, ya que se dice que
lo abrió Hades cuando raptó a la doncella Core, hija de la diosa Démeter, para
bajarla al Mundo Inferior en su carro de negros corceles, donde ahora reina
junto a él con el nombre de Perséfone.-
-¿Se
podrá descender a los Infiernos por ese acantilado, comandante? –preguntó Orfeo
con gran interés.
-Ni
hablar, esa grieta está cegada por la lava de las últimas erupciones; hay
algunas más en otros puntos del volcán que aún están abiertas, pero no se puede
introducir nadie sin asfixiarse o quemarse inmediatamente... En cualquier caso,
estas cosas tan especiales que Sicilia tiene hicieron que nadie, sino los
fenicios, se atreviese a colonizarla durante mucho tiempo.
-¿Entonces
está vacía de griegos?
-No,
no, un día un tal Teocles fue arrojado ahí por una tormenta y no encontró
cíclopes enormes de un solo ojo, sino pastores muy pacíficos que vivían en un
lugar muy fértil. Así que volvió a Grecia, trajo gente civilizada y fundó
Naxos. Si todo va bien, esta noche dormiremos en ese puerto.
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LABERINTO
PERSONALIZADO. 63 a 70 años:
-A los 63 años se acabó el segundo período
de la edad madura y se inaugura el tercero y último antes de la ancianidad
(aunque es posible que en épocas futuras se pueda hablar de primera y segunda
ancianidad).
Al entrar en esa edad, un ser evolutivo ya
tiene que estar perfeccionando sus realizaciones terrenales más importantes,
eso que se llama la obra madura de un creador, destinada a servir a los que
vienen detrás. A los 70 o antes, si es posible, cualquier obra material que se
haya objetivado ya debería estar terminada, aunque el trabajo evolutivo siga
desarrollándose en planos más sutiles que los materiales.
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92- RECICLAJE:
Acabar
de digerir lo últimamente asimilado, liberarme una vez más de lo que no es mío y
ordenar y aprontar calmamente mis poderes personales
-Ahora
puedes escribir sobre una piedra, en la estación 92, “Reciclaje”, una sola
palabra clave –dijo el nerio-, luego de consultar con tu muerte, con tu amor y
con tu alma, que te recuerde cómo quieres vivir después de los 70 años y
después de cumplida tu misión y tarea esencial, si llegases al triunfo de vivir
ese cumplimiento.-
33-
LAS SIRENAS
La
mágica manera de cantar y tocar de Orfeo y la fuerza de su sentimiento no sólo
animó, cautivó y entretuvo a los marineros tirsenos, lidios y focenses que iban
con él, todos hombres libres, sino que también contribuyó a salvarlos de
perecer ahogados en el peligroso estrecho que separa Italia y Sicilia,
abundante en sirenas, según se decía.
Se
pasaba de barco a barco entre los marinos en Naxos la noticia de la muerte,
hacía años, de seis hombres-centauro, procedentes de Ptía quienes, habiendo
huido en una nave de la persecución de Hércules tras un combate terrible,
acabaron siendo devorados por las rompientes, contra las que se arrojaron,
enloquecidos por los cánticos que oían obsesivamente en sus cabezas, según
relataban los dos únicos supervivientes.
Aquellas
noticias venían acompañadas de una tristísima nueva para el bardo: su maestro,
el centauro Quirón, que era inmortal, ya no vivía más. Pero él sabía que no era
verdad, como algunos contaban, que hubiera sido atravesado por una flecha de su
discípulo Hércules, quien lo amaba entrañablemente.
-¿Cómo
es posible que un inmortal como Quirón, hijo de Cronos, haya muerto...? –se
preguntaban todos. -Sólo porque él mismo escogió, divinamente, renunciar a la
vida –contestaban otros.
La
verdad era que Hércules le había rozado, sin querer, con una flecha dirigida a
otro arquero, cuando Quirón se metió por el medio tratando de detener una pelea
entre el coloso y un grupo de exaltados centauros de su clan. Era una herida
muy leve, pero la flecha estaba envenenada por la sangre de la Hidra de Lerna,
y Quirón sufrió tanto durante varios años, sin que su enorme conocimiento
médico pudiese aliviarlo, que hacía unos días había cambiado a Zeus su
inmortalidad por la mortalidad de Prometeo, bendito padre de los hombres
actuales, para librarse del incesante dolor que le carcomía.
Se
decía que Hércules, que desencadenó a Prometeo de su castigo en el Cáucaso y
que por toda parte buscó y experimentó remedios para su sabio mentor centauro
durante mucho tiempo sin que ninguno realmente sirviera, estaba tan
desconsolado por su tremendo error que pidió morir en lugar de Quirón. El viejo
maestro no lo aceptó, dijo que no estaba mal un viaje por otras dimensiones y
dejó para siempre su fructífera manifestación en ésta vida, durante la cual
tantos héroes había formado.
Pero
Orfeo tuvo que apartar a un lado su nostalgia para concentrarse en ayudar a su
gente a pasar la parte más angosta del estrecho de Scylla sin irse a pique. La
manera, como ya había aprendido durante la navegación con los argonautas, era
mantener absorta la atención de su tripulación para que no se viesen afectados
por los cantos de fascinio de las mortales provocadoras de naufragios.
Los
islotes aparecieron de repente a la vista, entre las agitadas olas, con sus
cumbres peñascosas plagadas de numerosísimas bandadas de blancas aves, que
alzaron el vuelo sobre ellos al divisarles y que llenaron el aire, alrededor de
la nave, de una espantosa algarabía. El bardo sabía que, a poco que los remeros
comenzaran a dejarse obsesionar por ella, empezarían a imaginarse que aquellos
grandes pajarracos, que por todas partes se colaban, tenían cabeza de mujer y
cantaban, y se adormecerían con la dulzura y la sensualidad de unos cánticos
que no eran más que una ilusión de la mente.
Cualquier
descuido en medio de aquel archipiélago semisumergido de erizadas rocas les
haría quebrar el casco contra ellas y servir de machacado pasto a los voraces
buitres marinos y a los peces.
Como
lo más importante era mantener la tranquilidad y la sincronía de las bogadas,
Orfeo recurrió a las más jocosas y marchosas canciones marineras, las que
tenían estribillos divertidos que todos los remeros sabían corear, en los
momentos en los que era preciso un esfuerzo muscular mayor para salvar una
línea de escollos. Las alternaba con dulces cánticos tranquilizantes que sólo
cantaba él, con voz de tenor, en los espacios sin peligro, para que la
tripulación se relajase y estuviese atenta al coro en el siguiente momento
duro. Los estribillos colectivos remataban en una estruendosa exclamación que
asustaba a los buitres y cernícalos y que hacía que, por unos momentos, se
separaran del barco, disminuyendo su acoso.
De
esa forma y siguiendo esos ritmos, las tres naves, con la “Tursha” abriendo y
marcando el camino y el ritmo a las demás, consiguieron superar el promontorio
Pelorus y la plaga de pajarracos marinos, que fueron retornando a sus rocas. Al
cabo de un rato, pudieron alzar de nuevo las velas para aprovechar un cálido
viento del sur que les ayudó a remontar la costa de Calabria.
Orfeo
dejó de cantar, los remeros pudieron descansar entonces y lo primero que
hicieron fue una larga ovación en honor de su bardo, que les había sabido
mantener bien coordinados y atentos durante aquella pesadilla.
La
leyenda de las sirenas venía de mitologías muy antiguas, que las hacían
servidoras de la Diosa de la Muerte, quien las enviaba a recoger las almas de
los náufragos para llevarlas al Ultramundo. Los marinos eran muy supersticiosos
y con sólo ver cerca del barco una bandada de cernícalos marinos, les parecía
una señal de tan mal agüero, que facilmente entraban en pánico en el momento en
que más sangre fría y sincronía se necesitaba.
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LABERINTO
PERSONALIZADO. Breve frase síntesis de la misión y tarea esencial que elegí,
para dedicarme a ella hasta los 70 años, si los llegase a vivir:
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-…Ahora habrás de ocuparte –dijo el
instructor, después de leer la frase que expresaba la síntesis de lo más
importante de lo vivido por Orfeo-, si quieres seguir, de los ciclos de tu vida
que todavía no has vivido, a partir de la etapa del camino que se corresponde
con el inicio del ciclo de siete años en el que se inserta tu edad presente,
hasta un final hipotético, a los setenta años, en la estación 109… Aunque
llegases a vivir más, considéralo un presente de los dioses para dejar, atrás
de ti, algo de tu mejor experiencia que pueda orientar la caminada de quienes
vienen atrás.
...Como se trata de períodos de tu vida
posible que aún no conoces, tendrás que representarlos en lo que queda del
sendero tal como te gustaría vivirlos, lo cual es una manera de trazar tu
propio destino y de comprometerte con él.
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34-
SUR DE ITALIA
Subiendo
la costa itálica cara al norte, la flotilla vino a ancorar una tarde en la Isla
de los Monos, donde estaba la factoría más antigua de Occidente, fundada por
jonios de Calcis y de Eubea, la de Pithecussa, que cambiaba a los Samnitas, que
eran los nativos itálicos más próximos, su abundante trigo por vasos de
cerámica decorados con historias de dioses y héroes (lo que era una piadosa
forma de contribuir a civilizarlos).
Allá
descargaron y cargaron mercancías durante dos días. Orfeo se admiraba de la
belleza del paisaje, con la mole piramidal del volcán Vesubio dominando el
centro de la amplia, cóncava y luminosa bahía, que acababa cerrándose al sur
con el cabo Sorrento y con el lindo contorno de la isla de Capri. El bardo bajó
a dar una vuelta por la ciudadela griega y por el borde del continente y pudo
entender por qué Italia era llamada “tierra de promisión”, al conocer los
planes de crecimiento y expansión por la espaciosa bahía que los colonos
tenían, especialmente en la base del promontorio Miseno, frente a Phitecussa,
donde querían construir una ciudad continental a la que llamarían Kyme o Cumas,
en recuerdo de una ciudad destruída hacía tiempo en Eubea.
El
solar de Kyme estaba junto a unas colinas llenas de castaños y parras de vid
recién plantadas y por detrás de ellas había una pequeña laguna volcánica
consagrada a Hécate, a la que llamaban el Averno, que quiere decir “sin
pájaros”, ya que era un antiguo cráter de volcán. El agua estaba hirviendo y de
vez en cuando soltaba vapores sulfurosos que asfixiarían a las aves que se
aventurasen a cruzarlo.
Orfeo
hizo que le guiaran allí, pero no vio forma alguna de bajar por aquella olla de
freir hasta el Hades sin quemarse o asfixiarse como los pájaros, así que
decidió continuar hasta el Extremo Occidente, tal como Hércules recomendara.
Por
causa de la extensísima y fértil llanura cerealista que se extendía hacia el
golfo situado más al norte, bien regada por el río Volturno y abonada por las
lavas volcánicas, Kyme parecía el proyecto de colonia con más posibilidades de futuro
que Orfeo hubiese conocido.
Así,
pasó la tarde componiendo un canto en su honor, imaginando una civilización, la
de la “Gran Grecia” que, partiendo de aquel lugar, se extendería por toda
Italia y por todo el Mediterráneo Occidental, llevando a los remotos países
bárbaros la luz de Apolo, la alegría de Dionisio y el firme y misericordioso
amor de la Diosa, matriz de toda vida.
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LABERINTO
PERSONALIZADO. Palabra clave: Cómo quiero vivir después de los 70 años, cumplida
mi misión y tarea esencial, si llegase a vivir ese cumplimiento y a sobrepasar
esa edad:
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92- RECICLAJE:
Acabar
de digerir lo últimamente asimilado, liberarme una vez más de lo que no es mío
y ordenar y aprontar calmamente mis poderes personales
-Ahora
puedes escribir sobre una piedra, en la estación 92, “Reciclaje”, una sola
palabra clave –dijo el nerio- que te recuerde cómo quieres vivir después de los
70 años, cumplida tu misión y tarea esencial, si llegases al triunfo de vivir
ese cumplimiento y a sobrepasar esa edad.-
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35-
ITALIA CENTRAL
El
boscoso territorio al norte de la playa de Mirmix y del cabo de Cajeta estaba
en poder de pueblos salvajes muy agresivos: Samnitas, Volscos y Latinos, que
vivían peleando entre sí o asaltando las caravanas del comercio griego con el
norte; así que por precaución, al salir de Phitecusa, prefirieron cruzar frente
al litoral de Traquina y el promontorio de Circe de noche y resguardarse de día
más allá, entre las Marismas Pontinas, para evitar que las embarcaciones de
posibles piratas avistasen a la flotilla y decidiesen echárseles encima, como
una manada de lobos.
Por
fin superaron aquella zona de peligro, al divisar en el horizonte el Monte
Argentario, el Parnaso itálico, que parecía una isla, de donde los Tirsenos
habían expulsado a la antigua guarnición fenicia para establecer su primer
fortín protector. Tras él, comenzaba la Etruria, con la desembocadura del río
Umbro en su centro. De cara a Occidente, mientras avanzaban, se destacaban las
islas Calidnas, coronando el horizonte como una diadema.
Así,
llegaron por fin a la tan mentada Tirsenes, una ciudad en construcción, tal vez
una futura nación de gentes prósperas y libres, donde las tres naves
desembarcaron a los numerosos emigrantes lidios que traían, junto con sus
pertenencias y esperanzas.
Durante
los días siguientes se dedicaron a avituallar el “Tursha”, pues tan sólo él
partiría, con Arron comandando una tripulación de focenses, en procura del
descubrimiento de nuevas posibles colonias, al tiempo que intentaba el
intercambio de manufacturas orientales baratas por el oro y las pieles de
animales salvajes de los nativos de Occidente. Mientras, los otros dos barcos
regresarían a la Anatolia, a llevar mercancías etruscas a los lidios y traer
más emigrantes.
Tirsenes
trataba de ir pareciendo una verdadera ciudad civilizada llena de actividad,
como las de Grecia, ordenada, limpia y con todos sus servicios funcionando
perfectamente. Se notaba, a pesar de su juventud, que había riqueza en ella,
porque no faltaban buenos templos ni palacios, ni siquiera monumentos
escultóricos de calidad más que mediana en los puntos emblemáticos, que seguían
teniendo aquel gusto jonio por la sensualidad de las formas naturales en un
movimiento tan vital como idealizado.
Mantenían
los tirsenos un intenso tráfico con la isla de Cerdeña, que era el primer lugar
donde se habían establecido, antes de fundar su ciudad en la península itálica.
El puerto estaba muy bien defendido y todo el conjunto se encontraba rodeado de
una empalizada de troncos, mientras se construían las imprescindibles murallas
de piedra.
Los
habitantes eran jonios asiáticos de toda clase que se sentían agradecidos a los
dioses por haber podido establecerse en un mundo nuevo donde había paz (aunque
siempre había que tener cuidado con los nativos) y donde cada uno de ellos ya
no era “uno más”, como en la populosa Lidia, sino “la civilización” en medio de
un continente de salvajes. Estaban todos convencidos, incluidos los recién
llegados, de que algún día llegarían a ser ricos o dirigentes de una sociedad
diferente, donde casi todo estaba por hacer y en el que cualquier persona con
algún especial talento tendría igualdad de oportunidades donde demostrarlo y
destacar.
Políticamente
habían seguido el modelo fenicio de la ciudad-estado que se regía por medio de
asambleas comunitarias en las que no siempre eran escuchados y seguidos los más
comprobadamente capaces y serviciales; ni siquiera los fundadores que no
permanecían allí todo el tiempo, como Arron, que se veía un poco resentido por
la falta de agradecimiento de Tirsenes hacia una persona que había hecho tanto
por la colonia como él.
-Yo
fui quien ha ido creando esta ciudad en cada uno de mis viajes –dijo el marino,
amargado, a Orfeo, al regresar de una asamblea-. Y cada novato que traigo de
Lidia, parece que porta bajo el brazo un proyecto revolucionario de ciudad
ideal y de república perfecta, proponiendo reformarlo todo desde los cimientos
en cuanto le concedan voz y voto. Sería mejor que la hubiese poblado con
bárbaros y luego les enseñara a organizarse, en lugar de tanto jonio
archisabido.
-¿Por
qué estás tan enfadado, Arron? -preguntó el tracio.
-Dos
tipos a quienes tuve la desgracia de traer de Mileto, que se llaman a sí mismos
“filósofos”, propusieron a la asamblea crear una escuela, presidida por ellos,
claro está, donde se pudiese formar iniciáticamente a lo más selecto de los
hijos de los emigrantes griegos en Italia para convertirlos en una clase
sacerdotal dirigente de la nueva sociedad. “Reyes-filósofos”, dicen ellos.
Yo
contesté que para clases sacerdotales dirigentes de la sociedad ya habíamos
tenido bastante con las sacerdotisas de la Diosa primero y con los
reyes-sacerdotes de los Olímpicos después, y que si queríamos crear una nueva
sociedad de verdad, la hiciésemos con la voz y el voto de los ciudadanos libres
que pagan impuestos o realizan servicios reconocidos a la ciudad, siempre a
mano alzada, por simple mayoría de los presentes, no dejándonos manipular de
nuevo por una pirámide jerárquica en cuya cumbre están los supuestos
intérpretes de los dioses, que siempre acaban por dividir a la comunidad en
castas, de las cuales, la más alta (la suya, naturalmente), se perpetúa a sí
misma en el poder.
Orfeo
prefirió no hacer comentario alguno sobre “modelos teóricos de política para
una sociedad ideal”, que le parecía un tema tedioso, de baja vibración,
separatista e irresoluble,
Él
sabía muy bien, por experiencia familiar, que monarquía o república son apenas
fachadas de cara al pueblo, y que, a pesar del voto popular a mano alzada,
quien realmente decide el rumbo de un estado “normal’ son los grupos de poder
que apoyan y financian, bien a un Monarca supuestamente soberano y a su cúpula
de sacerdotes o nobles, o bien a las distintas fracciones que se destacan en un
Consejo de supuestos representantes de los ciudadanos.
Así
que sacó su lira para intentar calmar al tirseno con su música, lo que no
demoró mucho en conseguir.
Cuando
por fin zarparon de allí, cruzando el mar hacia el oeste, Orfeo cantó un himno
en honor de Poseidón, padre del linaje Tirreno, tan emotivo y tan bello que el
dios del mar tuvo a bien concederles la mejor de las travesías posibles y,
gracias al viento adecuado para sus velas, no tardaron en divisar aquella
enorme “montaña en el mar”, Córcega.
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LABERINTO
PERSONALIZADO. Mi compromiso sobre lo que elijo vivir desde ahora mismo hasta
mi muerte:
-…Todo
este trabajo que has estado haciendo –dijo mi instructor-, te debe llevar a un
firme compromiso, ante tí mismo y ante la Vida, de ponerte a intentar vivir, de
ahora en adelante y en tus próximos ciclos, el exacto programa que tú mismo, en
plena libertad, eliges ahora, y de no desviarte de él ni dispersar tu energía
en vagabundear por aquello que no es el cumplimiento de tu propio destino
escogido… ¿…Está esto bien entendido, amigo mío?- se aseguró.
Asintí
con un gesto. Donnon no lo aceptó y pidió, por favor, que expresase lo que
había entendido con sus palabras.
-“Me
comprometo, ante mí mismo y ante la Vida, a intentar vivir, de ahora en
adelante y en mis próximos ciclos –afirmé seriamente-, el exacto programa que
ahora voy a elegir y a reflejar en lo que queda de este sendero, así como a no
desviarme del cumplimiento del programa elegido, cueste lo que cueste, hasta mi
muerte.”-
36-
LA ISLA DE CÓRCEGA
-“¡Kalista!”
(La Hermosa)- había gritado el timonel en cuanto la vió asomar en el horizonte.
Era la isla más alta del Mediterráneo, prolongación de la cordillera de los
Alpes, de una luminosa y agreste belleza natural incomparable. Cuando se fueron
acercando, se pudo ver que estaba rematada por altos picachos orlados de nieves
resplandecientes, exhuberantes en bosques, riscos esculpidos por los vientos,
desfiladeros, ríos, rojizos cabos, acantilados calizos, salvajes e íntimas
calas, golfos profundos de aguas verdiazules y transparentes, con playas de
arena dorada, sombríos sotos... tan atractivo el lugar, que el comandante mandó
desembarcar a todo el mundo, excepto a los guardianes designados por turnos
para las naves, puso centinelas también en la playa y, después de organizar la
reposición de agua y la búsqueda de mariscos y caza, anunció a todos que
descansarían un par de días en aquel paraíso, orden que fue recibida con
alegría general."
-Algún
día me gustaría retirarme a vivir sencillamente en un lugar como éste
–comentaba Arron más tarde, mientras disfrutaban de sabrosas langostas
cocinadas en salsa de hierbas aromáticas frescas, sal, cebolla picada, aceite y
vino-, lejos del amontonamiento de la civilización y de sus lujos artificiales,
por miles de bandidos codiciados.
-Incluso
aquí podrían aparecer los fenicios o los aqueos, o los mismos nativos, a
aguarte la fiesta -comentó jocosamente el timonel, sentado frente a él mientras
bebía-. Sólo descansan de verdad los muertos.
Orfeo
pensó de repente si eso sería cierto y si la consciencia de Eurídice no estaría
en aquel momento en un paraíso sin inquietudes, mientras él recorría medio
mundo para tratar de devolverla a la continua preocupación de la mente, a las
necesidades perentorias del cuerpo, a su desgaste imparable, al riesgo y a la
zozobra propios de los vivientes, envueltos en cuerpos frágiles y vulnerables,
residentes en un mundo donde el pez grande se come al pez chico.
Pero
sus reflexiones fueron interrumpidas por la llegada del primer grupo de
cazadores, que traían un par de jabalíes alcanzados por sus flechas. El jefe
del grupo comunicó a Arron que también habían encontrado un santuario
cavernícola.
El
comandante quiso que les guiaran enseguida hasta allá. Se trataba de una cueva
de poca profundidad junto a una umbrosa cascada, rodeada de una zona de
pequeños dólmenes, estelas, menhires y todo tipo de restos de ofrendas,
probablemente un lugar sagrado de enterramiento. En su interior había una
representación en piedra de la Gran Madre neolítica que debía tener miles de
años. Era un tosco torso femenino de forma fálica y con la cabeza como un
glande, todo ello inscrito en un rombo ocre rojizo, color de fertilidad y
resurrección.
Manifestaba
la creencia de los antiguos en el carácter hermafrodita de la Diosa, que se
autofecundaba para crear la vida, sin necesidad de que existiese un complemento
masculino para colaborar a su fertilidad. Tenía un collar formado por signos en
zig-zag y mariposas, para realzar su jerarquía y su carácter de eterna
regeneración. Por lo mismo, su parte superior estaba rematada por la serpiente
de la sabiduría. Había otros signos astronómicos que aludían a las diferentes
personalidades y funciones de la Diosa protectora de la vida, la muerte y el
renacimiento.
En
su vientre estaba grabado un árbol de amplias ramas y frondosa copa que
recordaba a un feto, cuyo tronco se convertía en un óvalo con un punto en el centro
del círculo, que simbolizaba la Vulva Universal, y el hueco Mundo Subterráneo
que da lugar a todas las manifestaciones de la vida.
Arron
y sus acompañantes recogieron flores y se las ofrendaron a la Diosa con el
mayor respeto. Luego ordenó al jefe de los cazadores que se trajeran hasta allí
las langostas, los dos jabalíes y el resto de la caza y pesca que se hubiera
conseguido, para cocinarlos en el ara que había delante de la cueva. Quemaron
completamente en sacrificio la apetecible porción del muslo, bien engrasada y
envuelta en las tripas, e hicieron libaciones en honor de la Madre de todos los
dioses, mientras Orfeo le dedicaba un himno con su lira. Lo restante fue
distribuido entre los tripulantes, que se congratularon de estar comiendo en
familia, rodeados de una acogedora vegetación y del aroma de la tierra fértil,
en la venerada compañía del Femenino Universal.
Antes
de marcharse, enterraron todos sus residuos, para dejar limpio el lugar, como
era obligado, y dispusieron sobre el suelo, en la boca de la cueva, algunos
emblemas tirsenos y focenses, un plato con comida, una crátera de vino tinto y
dos vasos decorativos de cierto lujo como ofrenda, no sólo para mantener
propicia a la divinidad, sino también para que los nativos supieran que habían
disfrutado de su isla, de sus piezas de caza y de su santuario como agradecidos
huéspedes de la Madre de todos, y no como piratas.
Al
salir se dieron cuenta de que varios de los menhires circundantes eran, en
realidad, otras representaciones de la Diosa en su aspecto fálico, aunque las
lluvias de varios siglos habían desgastado bastante sus caderas y senos, y su
rostro inscrito en el glande. Las extremidades acababan en puntas curvadas
hacia arriba o hacia abajo, para realzar más aún su carácter fecundador. Otro
tenía sexo femenino por delante y masculino por atrás.
-La
Divinidad, representada por los ancestrales bajo esta forma simple, andrógina y
estilizada, hasta ruda y primaria… -comentó el comandante Arron-… los atributos
esencialmente físicos de un Madre-Padre arquetípico, abstracto, expresan
bastante mejor, para mí, aquello a lo que es imposible dar una imagen que no
sea un puro símbolo. Lo prefiero a la más perfectamente naturalista de las
estatuas de mármol en forma de hombre o de mujer, que siempre nos llevan a la
ilusión idolátrica de querer seguir adorando al Misterio Incognoscible e
Ilimitado, dentro de la forma y medida limitada de lo conocido por nosotros,
que es nuestra pequeña dimensión humana.
-Ahora
bien –respondió el timonel- puestos a aceptar un modelo de símbolo a nuestra
imagen y semejanza, un ídolo naturalista, la verdad es que la forma humana de
una diosa siempre me hace sentir perfectamente a un dios dentro de sí, o
acompañándola aunque se halle ausente, mientras que a la imagen de un dios
siempre le está faltando algo.-
-Eso
se debe, creo yo –siguió el hilo Arron-, a esa maldita necesidad o ansia sexual
que los hombres tenemos siempre, compulsión animal que le resta algo de su
soberanía a Zeus y a los varones en general, siempre buscando afuera, siempre
carentes de algo, frente a la perfecta majestad serena de la Diosa, acogedora,
nutricia, abundante y completa, un centro que atrae todo hacia ella, por muy
sola que parezca estar... aunque puede que esto que estoy diciendo no sea, tal
vez, sino una apreciación subjetiva mía , inducida por milenios de cultura
matriarcal.-
Orfeo
siempre se sorprendía por aquellas deducciones espontáneas, intelectuales y
agudamente filosóficas, propias del carácter de los jonios, tan propias como la
suelta alegría con que comían, bebían, bailaban, bromeaban, trabajaban,
comerciaban, peleaban y amaban. Tan cerca de la Diosa y de Dionisio como de
Zeus y Apolo. Decididamente, eran el tipo de griego que más le gustaba.
Aquella
noche recordó con nostalgia su primera visión enamorada de Eurídice (le parecía
a su corazón que muchísimos años habían transcurrido desde entonces). Ella
estaba sentada junto al mirador que había en la parte pública del Templo de las
Dríades, disfrutando concentradamente del atardecer. La había sentido, en aquel
momento, tan completa y perfecta en su propio ser, tan real su vivencia del
presente, tan libre de necesidad o de carencia alguna, tan plena, también, de
posibilidades, al rodear con su belleza externa y sagrada una matriz interna
capaz de generar vida universal, que ni se atrevió a acercarse.
Y
se había limitado a quedarse contemplando desde las sombras del jardín a
aquella sacerdotisa desconocida y compartiendo su delicioso silencio y la
vibrante plenitud del misterio de su alma a una cierta distancia.
Arron
estaba en lo cierto: las mujeres daban la impresión de estar siempre bien
conectadas consigo mismas, con la divinidad, con el mundo y con todo. Tal como
cuando él se conectaba y completaba cuando tocaba la lira, pero sin tener
necesidad de lira alguna. Los hombres necesitaban una musa para inspirarse e
instrumentos materiales para crear obras. Ellas eran la musa y la propia
inspiración, ellas eran la creación natural pura en forma humana y la más
perfecta obra creada por la Diosa, a imagen y semejanza de Sí Misma.
“...Aunque
puede que esto que estoy sintiendo no sea sino una apreciación subjetiva,
inducida por mi melancólica carencia de amor y por milenios de cultura
matriarcal”, pensó, emulando al comandante jonio.
Tras
los dos días de delicioso relax, las tres naves zarparon de Córcega,
contornearon el Promontorio Sagrado al norte de la isla y cruzaron de nuevo el
amplio mar con buen viento, hasta avistar las cumbres azuladas de los Alpes
Marítimos, que coronaban el litoral sur del continente europeo, al oeste del
Golfo Ligur.
………………………………………………………………………………………..
LABERINTO
PERSONALIZADO. ” Cómo deseo que sea mi muerte:”
-…Y
también imaginarás y moldearás sobre la parte final de tu sendero la clase de
muerte renovadora que deseas para tus envolturas materiales: si súbita, en
cualquier momento indeterminado después de los setenta años y de haber rematado
tus objetivos vitales, o si una suave y lenta disolución... O si una aceptación
total de cualquier cosa que pueda suceder, antes o después de los setenta,
hayas cumplido o no tus anhelos personales.-
37-
“MASSALIA”, BOCAS DEL RÓDANO
Al
llegar ante la costa continental de la Galia, en Camargo, cerca de las bocas
del río Ródano, que se extendían en un gran abanico de canales que discurrían
entre selvas tupidas de un intenso verdor oscuro cubriendo todo el horizonte,
vieron como les hacían señales de humo desde la costa. Se acercaron, y una
pequeña embarcación salió a su encuentro desde uno de los caños entre los
árboles, con gestos claros de que querían comerciar. Los de la barca eran
focenses que hacía poco que habían creado un pequeño emporio allí, al que
llamaban “Massalia” y se quedaron encantados al descubrir que la tripulación de
la galera estaba formada, en su mayoría, por compatriotas suyos.
Les
invitaron a que se acercasen a su hogar, que era apenas una cabaña fortificada
en un alto, que separaba del inmenso pantanal a una aldehuela de pescadores
situada sobre una lengua de arena, asomada al mar de lodo de la boca más
oriental del delta múltiple.
-¿Cómo
os dio por estableceros precisamente aquí? -preguntó Arron mientras bajaba a
tierra, chapoteando entre el espeso barro, mientras trataba de apartar de su
rostro una pesada y persistente nube de mosquitos.
-Hemos
apostado porque en el futuro, dada su situación, este lugar acabará por
convertirse en un importante puerto de intercambio comercial -respondió uno de
los anfitriones-. Algún día, cuando hayamos atraído suficientes colonos,
fundaremos aquí mismo una ciudad que lleve el nombre de nuestra empresa.
“Eso
es mucha pretensión”, pensó Orfeo, al ver la primaria austeridad de su asentamiento
y la situación de verdadera miseria y suciedad en la que se encontraban los
nativos de aquella costa palúdica. Si ésta era la tierra de caza y pesca donde
se concentraron en el pasado los primitivos aqueos helenos –de ser verdad lo
que le había contado el rey Alcínoo-, no le extrañaba que lo hubiesen dejado
todo para lanzarse a la aventura del descubrimiento y de la conquista de lo
desconocido, junto con los mirmidones baleáricos que aparecieron en sus naves.
Desde
el incipiente emporio, sin embargo, se veían bandadas de cientos de flamencos
rosados, que pululaban en las lagunas interiores del delta, acompañadas por
miles de otras aves más pequeñas que se alimentan sobre el limo: zarapitos,
agujas, correlimos, ostreros, chorlitos y chorlitejos. De vez en cuando una
bandada echaba a volar cubriendo el cielo todo.
Compartiendo
el vino cretense con el que les obsequió Arron, a cambio de los rústicos
productos del país, los focenses contaron que cerca de allí había una llanura
totalmente sembrada de grandes piedras que era territorio tabú para los
indígenas. La prohibición sagrada de recorrerla se debía a que, cuando Hércules
había pasado por ella, trayendo consigo los rebaños robados en Iberia al rey
Gerión, los ligures le atacaron en gran número para arrebatárselos.
Agotadas
sus flechas, cayeron encima de él en tropel, como plaga de langosta, le
quitaron la clava y sólo pudo defenderse a puñetazos. Él invocó entonces la
ayuda de Zeus ¡Y llovieron de repente miles de piedras que los machacaron o dispersaron
sin dañar al coloso ni al ganado! Desde entonces, cuando se les pregunta por
sus miedos a los naturales de la región responden que sólo una cosa temen: “que
el cielo se desplome sobre sus cabezas”.
Luego
Arron les estuvo preguntando sobre las condiciones de navegación hasta la gran
cadena de montañas que corre al norte del gran río de los Íberos y sobre las
posibilidades de colonización del largo litoral oriental de Iberia, que sigue
bajando hasta el extremo Sur del continente europeo, donde se contaba que el
mismo Hércules, durante el curso de uno de sus famosos trabajos, había alzado
unas columnas entre Europa y África, para avisar de que se entraba en las aguas
peligrosísimas del Océano.
Los
focenses les informaron bastante sobre golfos y bahías prometedoras, sobre
algunos fondeaderos acogedores donde ya existían mercados y sobre otros puntos
de singladura con ciertos riesgos o donde los nativos eran claramente
intratables, aunque se notaba que se reservaban con cautela lo que correspondía
a sus expectativas de futuros intereses directos.
Al
final, añadieron que, una vez llegados ante el extremo sur y atravesado el
estrecho y costeándolo hacia el norte, no se demora mucho en avistar el rico
puerto de Tartessós, destino deseado por todos los navegantes.
-¿Y
a donde se llegaría si, en lugar de torcer hacia Tartessós o hacia África uno
siguiera recto hacia Occidente? -preguntó el bardo.
-No
llegarías a ninguna parte -contestó el jefe de la factoría-, sólo te
encontrarías durante días interminables y con tus provisiones agotándose, ante
un mar inmenso y desierto, con olas cada vez más grandes y bravas, agitadas por
tempestades pavorosas. Un océano habitado por monstruos gigantescos, que
probablemente acaba derramándose en cascada sobre la laguna Estigia que rodea
los infiernos de Hades. No hay nada más allá de las columnas de Hércules. Lo
único que se puede hacer es costear hacia Tartessós por el norte o hacia el
inhóspito desierto mauritano por el sur.
Orfeo
confirmó su decisión de seguir a pie la ruta terrestre que el mismo Hércules le
recomendara por experiencia directa, y se propuso abandonar el navío en cuanto
llegasen a la tan mentada Iberia.
Zarparon
pronto de allí, después de haberles cedido a los focenses una carga de vino y
aceite, con la cual ellos esperaban fascinar a los nativos, y algunas parras y
mudas de olivo, por si lograban hacerlas crecer en tierras algo más secas que
aquel insano humedal, quedando los colonos con el compromiso de poder contar
con su base para futuros intercambios. Remaron durante lo que quedaba de día,
pues no soplaba el menor viento para las velas.
Esa
noche, ancoraron en una ensenada tranquila y afortunadamente libre de
mosquitos, que penetraba la tierra entre dos leves promontorios, más allá de
las zonas pantanosas de aquella amplia desembocadura fluvial.
………………………………………………………………………………………
LABERINTO
PERSONALIZADO .“¿…Qué es lo que deseo para mi alma después de mi muerte?”
“…Como
el laberinto es urobórico, ya ves que acabarás regresando a la estación por
donde se inició tu caminada, aunque, a partir de ahí, se te abrirá un laberinto
nuevo, el del siguiente ciclo de manifestación del Eterno Ser que juega el
eterno juego del despliegue de sus potencialidades, en evoluciones y
transformaciones infinitas, sobre el Teatro del Mundo que creó.
Éste
es el momento en que puedes recorrer de nuevo todo el laberinto haciéndote tu
última pregunta y contestándotela, estación por estación, hasta lograr
sintetizar la respuesta y escribirla en la 98.
-¿…Y
cúal es esa última pregunta?– inquirí yo con la mayor curiosidad.
-La
pregunta fundamental que sigue a toda vida bien vivida –respondió el Instructor
del Laberinto-: “¿…Qué es lo que deseo para mi alma después de mi muerte?”
………………………………………………………………………..
98-
LA PUERTA DE LUZ:
En
el momento en que estoy preparado, la Puerta se abre ante mí. Adelante. Lo
último que escribirás sobre una piedra, en la Estación 98 del Laberinto, con la
mayor brevedad y después de haberlo meditado mucho, es lo siguiente: “Lo que
deseo para mi alma después de mi muerte es…………………………………………………………………....” …Y
permanece el resto de tu vida con la certeza total que eso, exactamente, es lo
que encontrarás, por fin, el día en que la Puerta y el Túnel de Luz se abran
para ti. ………………………………………………………………………
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